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"MALDITA POBREZA"


“Pasaré el Día de la madre trabajando”, Dice Aida Chaupín, acongojada, en un español poco fluido, con una niña en brazos, rodeada por golosinas y juguetes usados en una vereda del jirón Carabaya a una cuadra de la Plaza San Martin.

Aida huyó de las heladas y de la pobreza extrema de Huancavelica hace tres años. Los sueños de poder brindar a sus hijos la educación que ella no pudo tener, la guiaron hasta Lima y la posaron en un cerro del distrito del Rímac.

En su improvisada galería móvil de juguetes de segunda mano, compiten por un comprador ausente barbies, robots y súper héroes. "Estos son juguetes que regalan a mis hijos, diario vendo uno o dos por mucho". Menciona con una sonrisa de resignación y desesperanza.

Desde que llegó a Lima Aída encontró en la venta de golosinas y el comercio ambulatorio informal su única opción laboral. " A cada rato tenemos que huir del Serenazgo, si agarran nuestras cosas no nos devuelven nada". Dice mientras espera la espectral aparición del camión de “Recuperación de espacios públicos” de la Municipalidad de Lima, que arrasa con todo sin importar si el ambulante es mujer o tiene un niño en brazos.

En Huancavelica, una de las regiones más pobres del Perú, según el Informe " Evolución de la pobreza 2007 - 2016" elaborado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), Ella se dedicaba a la agricultura "vendíamos lo que cosechábamos a menos de un sol el kilo, solo para sobrevivir". Las constantes variaciones climáticas y el abandono del Estado la obligaron a emigrar a la capital al igual que miles de sus paisanos.

Los recuerdos de la violencia armada le son inherentes, el terrorífico período de Sendero Luminoso y el MRTA aún ocupa un lugar privilegiado en su memoria "cuando venían los terrucos mi mamita me enterraba en la chacra de papas para que no nos encuentren” dice con nostalgia y tapa con una manta de colores a Micaela, su pequeña niña de dos años que acaba de abrir los ojos.

Ahora en Lima sobre una vereda áspera y soleada, Aida Chaupín confiesa que ha podido huir de la tierra que la vio sufrir, pero no de la “maldita pobreza”



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