CINCUENTA AÑOS DE SUDOR, LÁGRIMAS Y ALEGRÍAS
El barrio de Año Nuevo en Comas está de aniversario y sus pobladores fundadores cuentan los primeros años de la invasión.
Los primeros pobladores del barrio de Año Nuevo en Comas tuvieron que –literalmente- comer polvo. Porque la vida es dura bajo el sol, la calamina y la estera, pero más fuerte es el sueño de una vida, de un porvenir, de una lucha bajo el sol abrazador de la arena, la tierra y el polvo.
Era 1967 y Año Nuevo solo era un sueño. Ese sueño que traían los emigrantes por buscar un nuevo hogar. Pero antes de todo Año Nuevo era una gran hacienda, perteneciente a la señora Inés Alvares de Calderón, quien impidió que los primeros pobladores pongan sus esteras y banderas.

Año Nuevo en los años 60 después de la invasión
La historia comienza así: con la lucha de 200 personas y la fuerza de sus familias en sus espaldas.
Muy diferente de lo que vi de niño, el árbol de granadilla de mi abuela ya no está, su jardín que se ubicaba en la puesta de la calle es ahora la prolongación de una vereda y las casas han dejado las esteras, por las casas de tres pisos. AñoNuevo ha dejado sus accidentados suelos de pendientes de 20 a 30 grados y semiplanos por la avenida Tupac Amaru, según los registros de la municipalidad de Comas, poco a poco enterrado en el concreto.
El primer dirigente de Año Nuevo se llamó Pedro Fernández, conocido como ‘El apache’, por su tez trigueña y su fuerte carácter huancavelicano. No era tan alto ni tan ‘chato’, como se dice un hombre a medida que veía en el polvo, en la tierra y las piedras un hogar. Lo acompañaba el señor Nicolás León secretario de economía y don Lucho Hurtado en las actas. Todos miembros de la primera asociación vecinal.
La invasión de los pobladores del barrio que se llamaría Año nuevo ocurrió el 31 de diciembre de 1967. La fecha fue el motivo para que esta zona de Lima Norte termine llamándose así . La señora Berta Cadenillas de 74 años, esposa de Pedro Fernández cuenta que ese día jamás lo olvidará.
“Recuerdo que era muy tarde, era un 31 de diciembre y nos cubríamos con nuestras esteras en forma de cuevita, hacía mucho calor y mucho miedo, así es como pasamos el Año Nuevo”, cuenta doña Berta.
A veces las casas cuentan historias, las calles, los jirones y las mamitas, como se dice a las abuelitas por estos lugares. La vida fue dura, como lo cuenta la señora Emilia Rojas de 74 años, natural de Cerro de Pasco, y que ahora vive en el comité 10 de los 110 comités que se formaron de la invasión. Lleva puesto un poncho de color rojo, su frazada en los pies y la nostalgia en sus labios.
“Aquí se quedaba el más fuerte. Era horrible los primeros días, nos botaban hasta con la caballería, Doña Inés la hacendada de este lugar traía a los policías a botarnos con palos y todo. Uyy hijito si te contará lo que vieron estos ojitos, te echas a llorar”, recuerda la septuagenaria.
Es así como el segundo día de la invasión es encarcelado Pedro Fernández.
“Fue de madrugada. Nos encañonaron a mí y a mi madre, yo tenía 16 años cuando se llevaron a don Pedro”, cuenta Santos Gallos de 66 años, hijo de la señora Berta Cadenillas.
Desde ese momento las mujeres se pusieron fuerte y ayudaban a sus esposos en la lucha, como refiere la señora Herlinda Anchayga de 73 años.
“Nosotras éramos chiquitas, como me ves ahora, pero teníamos una fuerza que no te imaginas hijo, cada una llevaba una cadena en la cintura para proteger a sus esposos que eran parte de directiva”, sostuvo doña Herlinda.
Después de la detención de Pedro Fernández la población se organizó, retuvieron al comisario de La Pascana y pidieron como canje a don Pedro. Es así comoel general Armando Artola, el primer ministro del Interior del gobierno de Velasco, llega a un acuerdo con la población y liberan a don Pedro. Cuenta la leyendaque Artola se hizo muy amigo de don Pedro quizás por el carácter duro que tenían los dos.
Para esa época ya Velasco estaba expropiando las haciendas y es así como los primeros pobladores pueden quedarse en Año Nuevo. Sin embargo, había un problema, la cooperativa del Gato negro, encabezada por señor Herrera se enfrentaba con don Pedro. Lo que sucede es que la cooperativa pedía dinero a los pobladores por el terreno y ellos no querían dar por ser pueblo joven.
Pasaron los años y mi abuelo don Pedro Fernández ya descansa en paz. Ahoraque miro el barrio, siento que el que más ha mutado he sido yo. La cancha de futbol ya no es de tierra y ni de polvo. Es ahora de loza. Y los chicos ya no son los mismos chiquillos que botaban la pelota en la señora Dalia y se mataban de risa al no poder sacarlo. Ahora somos jóvenes matándonos de risa al ver como los nuevos chiquillos botan la pelota en la señora Dalia.